Al comenzar diciembre, tome un prudente un receso, cuando la administración de para Tunja…Lo Mejor llegaba a término, sin que las mega obras superaran el discurso, pero dejando tras de sí toda suerte de medias judiciales y un gran monto de recursos municipales en manos de terceros.
Quise alejarme de hechos que durante cuatro años, se convirtieron por su reiteración en vergüenza municipal bajo la mampara de algunos medios de comunicación, y sin que los organismos de control se inmutaran.
Durante los sesenta días que no escribí mi columna, tuve un muy ilustrado período vacacional, que me permitió reencontrarme con detalles geográficos olvidados del viejo y nuevo continente.
Un reencuentro que agradezco a la generosidad del venerable Lin Cha Pu, quien tuvo a bien prestarme un ejemplar trajinado de la edición 1960 del Atlas Aguilar.
En sus láminas volví a recordar las detalladísimas lecciones de geografía que en la Escuela Normal me impartió mi ilustre profesor Héctor Wilchez, a quien le agradecemos la capacidad de memorizar detalles que hoy muchos de sus alumnos exhibimos.
Un acto de nostalgia que recibió sobresaltado la noticia que la Escuela Normal Santiago de Tunja –como hoy se denomina-, será trasladada de sede para proteger la integridad física de sus alumnos.
El profe Coronado, rector de la institución y muy seguramente el presidente de la asociación de padres de familia y el mismo alcalde de Tunja, recordarán los convulsionados años setenta.
Días memorables para la historia del movimiento estudiantil, en los cuales todos los enfrentamientos con los agentes de policía, se dirimieron siempre entre gases lacrimógenos y piedra.
Nada distinto a lo que actualmente se registra después de cuatro décadas. Bueno, debo aceptar que algo sí ha cambiado, y es la intencionalidad con la que se reprime la protesta.
No existe hoy el interés de disuadirla, sino que al reprimirla se busca causar daño a los manifestantes y entre ellos a los dirigentes estudiantiles, que son identificados en el grupo, gracias a la presencia de agentes de seguridad que sirven de faros a la acción del SMAD.
Es ahí donde nace el riesgo no solo para los estudiantes de la Normal sino de la misma universidad, por lo que esas dos comunidades estudiantiles junto con las autoridades civiles y de policía, deben buscar una solución.
Éstas jornadas no tiene porque culminar en la cárcel, el hospital ó el cementerio, un propósito hoy nos debe convoca a todos, a fin de garantizar la vigencia del derecho social a la protesta.