miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL TELÓN DE LA CARPA


A pocas horas de comenzar el XLI Festival Internacional de la Cultura, el telón de la carpa instalada en la Plaza Muisca, fue intempestivamente izado, para que los tunjanos presenciáramos en escena, el teatral montaje de una inesperada intriga.

Se aseguró  que una acción jurídica interpuesta por Pedro Pablo Salas impedía al F.I.C. utilizar la Plaza Muisca en Tunja, y de inmediato  la calumniosa versión fue difundida sin la menor verificación, a pesar de la gravedad del hecho imputado.

La culpa entonces de que los artistas no se presentaran en la carpa, fue con levedad atribuida a esa supuesta acción judicial,  con el ánimo de despertar el rechazo popular, en contra del Concejal que los tunjanos siempre han apoyado.

Hacer referencia a una acción que jamás se instauró o a un documento que nunca se escribió, ha dejado sin ningún viso de  seriedad y credibilidad, el  “mal entendido” que apresuradamente fue invocado al quedar al descubierto el vergonzoso infundio.

No basta con señalar que se “solucionó el inconveniente”, porque al levantarse el telón de la carpa, también la ética allí surgió atropellada, en medio de la ligereza que  nos quisieron imponer las teatrales mascaras.

Hay interés en lesionar la buena imagen que el concejal Pedro Pablo se ha ganado, con su trabajo abnegado en defensa del patrimonio de la ciudad y el manejo transparente de los recursos públicos.

Cuánta mezquindad se enseñorea al no reconocer que si la carpa y su telón, hoy se elevan en la Plaza Muisca, es gracias a que Pedro Pablo Salas impidió que ese espacio desapareciera, convertido por el ex alcalde Arturo Montejo, en una congestionada glorieta.

Debemos cerrarle el paso a la cultura del “Todo Vale”, por ello los habitantes de la ciudad, aguardamos a que oficialmente se entregue al pueblo boyacense, la verdad  que tras bambalinas permanece amordazada sobre éste lamentable incidente.


La mentira como instrumento para sembrar odios en el pueblo tunjano, es un peligroso bumerán que al no impactar al objetivo, regresa dejando a su merced a quien fue su lanzador, un hecho que puede resultar extremadamente adverso cuando de hacer política se trata. 

martes, 5 de noviembre de 2013

LAGARTOS

Del libro “A mí que me esculquen”, me he permitido extractar algunas de las veintisiete preguntas, que Daniel Samper Pizano incluyó en uno de esos Test Testiculados, que elabora para descubrir la presencia de lagartos.


¿Le da serenata al jefe  el día de su onomástico y termina la tanta cantando “Las mañanitas”?

¿Alguna vez ha enviado un reportaje al periódico con las preguntas confeccionadas por usted?

Cuándo hay mucha gente esperándolo en su oficina, ¿se asoma y le grita a la secretaria: “si me llama el ministro dígale que no estoy”?

¿Cuándo pide un favor empieza diciendo. “tú sabes que yo detesto lagartear…”?

¿Cuándo se encuentra con un amigo más o menos importante, siente la tentación de arreglarle el nudo de la corbata?

¿Cuándo anuncian crisis de gabinete, se pone nervioso y manda cepillar el frac?


Cuánta razón tenía Daniel Samper, al advertirnos que el clima frio favorece la proliferación de lacertilios, permitiendo en nuestra fauna social, la presencia de lagartos novicio, correveidile, comisionista, trepador y etc., etc.

Y sin embargo, es la politiquería el egosistema que le ha permitido mutar a través de toda suerte de cruces incestuosos, convirtiendo a la subclase politicum, en un indeseable pero prospero depredador socio-económico.

De ahí que sea habitual,  hallarla directa o indirectamente incrustada a cualquier título en el presupuesto de las entidades públicas, y que sea peligroso, causarle algún tipo de incomodidad o molestia.

Si no quiere ser despedido o judicializado, recuerde la sabía advertencia del maestro Daniel “…en la zoomitología colombiana, pocos animales más temidos y más temibles que el lagarto”.

Y pensar que el mismo día que se recibe el título de bachiller o profesional, el primer pensamiento que se agolpa en la mente del graduado, es el de acudir a alguno de los políticos del municipio, para “lagartear”  un contrato en las entidades del Estado.

Nadie con un mínimo de decencia, puede negar que los lagartos son una triste realidad, que ha permitido concentrar los beneficios del poder en manos de unos pocos, favoreciendo la asignación irregular de los recursos públicos.