Después de dos
tortuosas décadas de gobiernos uribistas, Colombia ha sido convertida en fosa
común, cueva de corruptos, solar de paramilitares, escuela de sicarios, refugio
de narcotraficantes, agencia de mercenarios y botín de mafiosos.
Una cloaca en cuyas
instituciones el Pueblo Colombiano no siente ningún respeto, porque cinismo, ineptitud
e impunidad, se han convertido en la tarjeta de presentación de sus autoridades
civiles, judiciales y militares.
Un Estado en el que
la ética ha sido secuestrada, dando paso a toda suerte de delitos tristemente
justificados por el alto gobierno, gracias al incondicional concurso de los grandes
medios de comunicación del país.
Colombia es hoy, una
nación en la que el disenso y la protesta, son sancionados con amenazas,
mutilaciones, torturas, desapariciones y asesinatos; sin que “la gente de bien”
que se exhibe armada junto al Esmad sean sancionada.
Duele la amenaza de
muerte que a diario se cierne sobre nuestros Líderes Sociales, Defensores de
Derechos Humanos, ambientalistas, reinsertados, autoridades indígenas, dirigentes
afro, colectivo LGTBIQ y nuestra juventud cansada de tanta pobreza y desempleo.
No es hora entonces para
el silencio o la indiferencia. Los colombianos debemos estar dispuestos a
defender la vida, la paz y la democracia al precio que sea necesario, a fin de
parar la espiral fascista que amenaza nuestra existencia.
En el 2.022 tenemos que
elegir un presidente reformista y debemos asegurarnos examinando al detalle su
praxis política, que sea el más liberal de todos, el más confiable de todos y
el más transparente de todos.
Y para ello, hoy es
indispensable aceptar sin egoísmos, que Gustavo Petro Urrego es el precandidato
que con mayor certeza y entusiasmo, convoca la participación del Pueblo
Colombiano.
Es mi convicción
desde hace muchos años, que ningún otro dirigente podrá superarlo en desarrollo
de una consulta popular, si ésta fuera posible implementarse con el más amplio
espíritu democrático, en el seno del llamado Sector Alternativo.
Debe ser claro para
todos, Gustavo Petro no es un dirigente político infalible como muchos de sus
seguidores pretende presentarlo y, por lo tanto, puede y debe ser objeto de
crítica para tranquilidad de la Izquierda, el Progresismo, los Sectores Democráticos
y del país.
De ahí que la
formulación del Programa de Gobierno a presentar al Pueblo Colombiano en la
próxima contienda electoral, deba ser una construcción interpartidista y
popular, porque Colombia es diversa y la soñamos incluyente.
Colombianos. Hoy
estamos obligados a unirnos y comprometernos, con la construcción de una
Colombia Decente, sin importar, que podamos estar contrariando los deseos de
nuestras jerarquías partidistas.
Hoy nuestro
compromiso es Colombia, no podemos ignorar que nuestra juventud con inmenso
sacrificio, nos ha señalado el camino en el Paro Nacional y nos ha advertido de
los riesgos de no estar adecuadamente organizados en el 2.022
Cada uno de nosotros
hará sus propias reflexiones y adoptará en consecuencia sus propias decisiones;
pero la certeza que hoy me anima a escribir estas líneas, es que en el 2.022, Petro
es la alternativa.