A pocas horas de comenzar el
XLI Festival Internacional de la Cultura, el telón de la carpa instalada en la
Plaza Muisca, fue intempestivamente izado, para que los tunjanos presenciáramos
en escena, el teatral montaje de una inesperada intriga.
Se aseguró que una acción
jurídica interpuesta por Pedro Pablo Salas impedía al F.I.C.
utilizar la Plaza Muisca en Tunja, y de inmediato la calumniosa versión fue difundida sin la
menor verificación, a pesar de la gravedad del hecho imputado.
La culpa entonces de que los
artistas no se presentaran en la carpa, fue con levedad atribuida a esa
supuesta acción judicial, con el ánimo
de despertar el rechazo popular, en contra del Concejal que los tunjanos
siempre han apoyado.
Hacer referencia a una
acción que jamás se instauró o a un documento que nunca se escribió, ha dejado
sin ningún viso de seriedad y
credibilidad, el “mal entendido” que
apresuradamente fue invocado al quedar al descubierto el vergonzoso infundio.
No basta con señalar que se “solucionó
el inconveniente”, porque al levantarse el telón de la carpa, también la ética allí
surgió atropellada, en medio de la ligereza que nos quisieron imponer las teatrales mascaras.
Hay interés en lesionar la
buena imagen que el concejal Pedro Pablo se ha ganado, con su trabajo abnegado
en defensa del patrimonio de la ciudad y el manejo transparente de los recursos
públicos.
Cuánta mezquindad se
enseñorea al no reconocer que si la carpa y su telón, hoy se elevan en la Plaza
Muisca, es gracias a que Pedro Pablo Salas impidió que ese espacio
desapareciera, convertido por el ex alcalde Arturo Montejo, en una
congestionada glorieta.
Debemos cerrarle el paso a
la cultura del “Todo Vale”, por ello los habitantes de la ciudad, aguardamos a
que oficialmente se entregue al pueblo boyacense, la verdad que tras bambalinas permanece amordazada
sobre éste lamentable incidente.
La mentira como instrumento
para sembrar odios en el pueblo tunjano, es un peligroso bumerán que al no
impactar al objetivo, regresa dejando a su merced a quien fue su lanzador, un
hecho que puede resultar extremadamente adverso cuando de hacer política se
trata.