Hay padres a los que les
queda grande esa condición, y que por su comportamiento irresponsable, deberían
ser judicializados en forma ejemplarizante por las autoridades responsables de
proteger a nuestras niñas (os) y jóvenes.
No hay derecho, para que a
un joven el abandono de su familia, la
indiferencia de la comunidad y el silencio de las autoridades, no le brinden la
oportunidad de aprender algo más que el cacareo de las gallinas y el ladrido de
los perros.
Cuánta indignación deberíamos
sentir, al contemplarlo deambular desnudo por la vereda de Tocabita, bajo la
mirada indolente de quienes aceptan tal infamia diciendo que es un “enfermito”.
Un joven que en medio de
tanto descuido, cojea, porque las uñas
de los pies han adquirido tal extensión, que terminaron por cercarle
dolorosamente la punta de sus dedos.
Y en medio de tanta indolencia,
algunas autoridades municipales de Floresta, creen que su obligación solo llega
hasta regalarle de vez en cuando un paquete de pañales desechables, para
ocultar que la incontinencia urinaria de ese joven, necesita ayuda médica y
terapéutica.
En medio del silencio y la
desidia, Arley es diariamente victimizado de la peor manera, por quienes se
supone debería proteger su existencia afectada por el síndrome de down.
Quince años, sin que nadie
haya mostrado el menor interés por hacer respetar sus derechos. Una vida que ha
comenzado a marchitarse en el desamparo, mientras la sarna invade su delgado
cuerpo.
No sé si éstas líneas puedan
estar en algún instante al alcance la Dirección de Bienestar Familiar, la
Defensoría del Pueblo, la Procuraduría o la Fiscalía; solo deseo que quienes ya
conocemos ésta vergüenza, podamos unir esfuerzos para que cese el oprobio.
La condición inhumana y
degradante que sufre Arley, no debe tener ninguna oportunidad de repetirse, debemos
exigir que en los presupuestos de nuestros municipios, la discapacidad y en
especial la cognitiva, tenga recursos para garantizar procesos terapéuticos y
de rehabilitación para nuestras niñas (os) y jóvenes.
Esa debería ser la primera
obligación de todo alcalde, pero la mirada de ellos no se aparta de los
beneficios que depara la contratación de obras civiles y nóminas paralelas,
mientras nuestra juventud sucumbe en el
abandono.
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