En medio de una abstención
del 60%, Colombia votó en primera vuelta dejando como ganador, al expresidente
Álvaro Uribe Vélez y la propuesta política que acoge obediente el candidato
presidencial Oscar Iván Zuluaga.
La línea “ortodoxa” del
uribismo, agrupada en el Centro Democrático y el Partido Conservador, obtuvo el
44.8% de los votos; mientras que el sector “perfumado”, liderado por el
presidente Juan Manuel Santos y seguido con algunos matices por los Verdes, logró
el 34.0% de los sufragios.
Un preocupante dominio
político ha acumulado la derecha en Colombia, haciendo inocuas e irresponsables
las invitaciones a votar en blanco, con la excusa de golpear la corrupción,
pero sin valorar la peligrosa concentración de poder en manos de un solo
dirigente.
Una realidad que deja a la
nación, sin que el 78.8% de los colombianos votantes, muestren interés en sancionar social y políticamente,
la vergüenza de los falsos positivos, las fosas comunes, las chuzadas, los
malos manejos de Agro Ingreso Seguro, etc. etc. etc.
A pesar de esa incapacidad, dos millones de colombianos dejaron escuchar
su indignación y votaron en apoyo a las propuestas que revindican desde la Izquierda,
la construcción de una Colombia decente.
Sobreponiéndose a las
prácticas de exterminio político, las candidatas Clara López y Aida Avella,
izaron en nombre del Polo Democrático Alternativo y la Unión Patriótica, las
banderas por un modelo económico afincado en la equidad social.
El centro ha desaparecido en
la práctica política. Seducido por los favores que prodiga el establecimiento,
hemos presenciado un triste epilogo en el discurso de los tres tenores y un aterrizaje
tardío en el “uribismo perfumado” de algunos “izquierdistas”.
Así las cosas, y si aún
soñamos con llevar a Colombia por un buen camino, es imperativa la unidad
programática de la Izquierda y su inserción en las luchas que libran, ese número
significativo de organizaciones sociales y alternativas, que no han sido escuchadas por
el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
Cuando tenemos el
convencimiento que el sol saldrá, no debemos arriar las banderas porque está
lloviendo, y menos aún, cuando la
indignación popular continuará sacudiendo
los campos y ciudades de Colombia.