Como es de todos conocido,
la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante Resolución No 62/139 del 18
de diciembre de 2007 "…decide designar el 2 de abril Día
Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se observará todos los años a
partir de 2008".
Este año, Tunja se vestirá
de azul el próximo viernes 10 de abril, para
celebrar el Día del Autismo, gracias al tesón de algunos padres de familia y
dirigentes de instituciones privadas.
Por ello, he considerado
oportuno escribir algunas reflexiones sobre el que es conocido también como
trastorno generalizado del desarrollo (TGD) o trastorno del espectro autista
(TEA).
Hoy, sin que existan pruebas
específicas que lo determine, bajo el rotulo de TGD o TEA, la ciencia médica
agrupa: trastorno autista, síndrome de Asperger, síndrome de Rett,
trastorno de desintegración infantil y trastorno generalizado del desarrollo no
especificado.
El autismo es un desorden
neurológico complejo que dura toda la vida, caracterizado por dificultades en
las relaciones sociales, alteraciones de la capacidad de comunicación y
patrones de conducta estereotipados, restringidos y repetitivos.
Son múltiples los factores
que han sido invocados como causantes de la condición autista, entre ellos
agentes genéticos (inhibición del gen de la neuroligina NL1), neurológicos,
bioquímicos (alteraciones de serotonina y triptófano), infecciosos y
ambientales.
Lo cierto es que padres y
hermanos del niño con TGD, son el pilar fundamental que sustentará todo el
proceso terapéutico futuro, el que sin duda,
será financiado con el ingreso familiar, ya que las EPS resultan poco
idóneas en tal propósito.
Los centros de rehabilitación
en ciudades de Boyacá, como bien lo aseguraba hace muchos años la Doctora Inés
Sierra, cumplen el cómodo papel de
guarderías, en las cuales nuestros hijos se vuelven tristemente viejos.
La inclusión escolar de los niños
y jóvenes con trastorno del espectro autista no existe en el territorio
boyacense, y sin embargo, bueno es reconocer que en países de Europa, dicha
actividad ha resultado desafortunada, ya que los mayores obstáculos los generan
las autoridades educativas y los centros escolares.
No es necesario escribir
sobre el futuro laboral de los jóvenes con autismo, porque sencillamente no
existe. Es lamentable reconocer, que en Colombia y Boyacá no es la excepción,
la discapacidad cognitiva no va a la escuela y menos a trabajar.
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