jueves, 15 de agosto de 2019

Y EL PUEBLO AUSENTE


Alguien en twitter escribió “…Desde el Altar de la Patria, celebramos por todo lo alto la gesta definitiva por la libertad de Colombia, la #BatallaDeBoyacá. Conectémonos de esta fiesta #EnVivo por canal @InstitucionalTV…”

Y sí, nada más cierto, el Pueblo Tunjano no pudo entrar a la Plaza de Bolívar a presenciar el desfile con el que conmemoraron los 480 años de su fundación hispánica; pues un sin número de vallas metálicas instaladas una cuadra a su alrededor lo impidió.

Allí  ingresaron los gobernantes y sus invitados, el gabinete y los funcionarios que acreditaron con carné ser parte de la nómina de la Gobernación de Boyacá, la Alcaldía Mayor de Tunja y la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales.

Y algo similar ocurrió al día siguiente, el Esmad y soldados del ejército nacional mantuvieron a seis kilómetros de distancia del Puente de Boyacá, a todos esos boyacenses del común que creyeron les sería permitido participar del tan nombrado bicentenario.

Dos celebraciones que fueron planificadas por todo lo alto y tirando la casa por la ventana, con el propósito de agrandar la imagen de los gobernantes en las postrimerías de sus periodos de gobierno.

Celebraron en su honor el Alcalde, el Gobernador y el Presidente, en medio de ruidosos discursos venti julieros,  mientras el  ausente Pueblo Boyacense permanecía en casa y el senado viaticaba en Paipa.

Los tunjanos fuimos obligados a celebrar frente a la pantalla chica, mientras la noble y leal ciudad de Tunja se vestía de gris y por sus calles circulaba silenciosa la soledad sin poder arrimar siquiera a la Esquina de la Pulmonía.

Podrán decir lo que quieran, pero de las tarimas instaladas para la fiesta,  desapareció lo nuestro; el campesino y la carranga que simboliza el maestro Jorge Veloza y figuras de nuestro deporte insignia  como Nairo Quintana brillaron por su ausencia.

El bicentenario fue un frio saludo a la bandera, del que las elites se aprovecharon para exorcizar escándalos y condecorarse mutuamente; mientras el Pueblo permaneció ausente y los medios de comunicación ocultaban lo que no se hizo y lo que allí paso.

Lo ocurrido en la celebración de los 480 años de Tunja y los 200 de la batalla del Puente de Boyacá, son un llamado a liberarnos de la exclusión a la que nos han sometido esas dirigencias que tradicionalmente se lucran con los dineros públicos, gracias a nuestra confianza y nuestro voto.