sábado, 6 de noviembre de 2010

LA HISTORIETA

En una ciudad, cuyo diseño urbanístico es una ventana abierta a la simetría colonial, su burgomaestre desvelado por el problema de movilidad, estuvo craneando durante tres años, sobre cómo ampliar la malla vial.

Después de mucho madrugar, un día decidió suscribir contrató, para que una firma de otra metrópoli, le señalizara dos carriles a sus angostas calles; y ocurrió lo “impredecible”, finiquitada la obra aparecieron los trancones.

El transporte urbano colapso, la labor de distribuidores y proveedores de mercancías se dificultó, el acceso al único hotel del pueblo se estropeo, las nóminas se redujeron y hubo más ciudadanos sin empleo.

Viendo que el problema se agudizaba, el alcalde anunció su revolucionaria estrategia de gobierno, ordenó la circulación exclusivas de bicicletas y peatones en el centro de la ciudad.

Y allí nació el día sin carro, que tampoco se pudo celebrar, pues surgió un nuevo imprevisto: los parqueaderos brillan por su ausencia y algunos propietarios de establecimientos comerciales eliminaron las bahías de la vía.

Estaba leyendo esta historieta, cuando alguien comentó, que un drama parecido se había comenzado a vivir en la ciudad de Tunja, con la expectativa de incrementar las ventas en los negocios de la vuelta al perro.

Si eso es cierto, la visión del arquitecto de tal idea, no tiene porque ser coincidente con la de un economista, y afortunadamente no lo es, ya que en la universidad se enseña que el consumo se incentiva mejorando los ingresos.

Bueno, si alguien cree que incrementando el número ciudadanos obligados a circular a pie desde Las Nieves, es un instrumento eficaz para estimular las ventas, lamento desilusionarlo en medio de tanta inseguridad y desempleo.

Los adornos, son eso y no más, en nada contribuyen a mejorar la deficitaria infraestructura de la ciudad, y sí por el contrario, son la excusa para distraer recursos municipales aplazando desarrollo. Vean las materotas y los parques.

Por convicción, cuando el gobernante ha perdido la capacidad para discernir entre lo superfluo y lo esencial, debe dar un paso al costado, por respeto al pueblo que lo eligió y para no perjudicar a la ciudad… Y los amigos, que esperen, así se llama la historieta.

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