En Tunja, durante el periodo
octubre de 2002 a marzo de 2003, se llevó a cabo una campaña de limpieza social,
que dejo cuarenta y un (41) habitantes de la calle asesinados según el censo de
los parches o seis (6) en las estadísticas de nuestras autoridades municipales.
Lo cierto es que el 27 de
marzo de 2003, fue encontrado muerto en la salida para Paipa un hombre bueno y
servicial, Raúl Sandoval Escobar. Lo curioso es que para los registros
oficiales, ese hallazgo se presentó en la Vereda Piedra Gorda de Sora.
La indignación que me
produjo su asesinato, dejo como resultado El Holocausto, un escrito que lleve a
los medios para su publicación, pero que solo en Puente Boyacense, y gracias al
apoyo del periodista Freddy González y el Padre Julio Garavito, fue posible su
difusión.
La vida podrá ser mil veces
asesinada, pero la libertad jamás. Y es ahí donde la labor del Periodista
adquiere toda su trascendencia social, siempre y cuando ella sea escrita bajo
el prisma de la ética, ya que no existe otra forma de transmitir la verdad.
Con el asesinato de Raúl,
descubrí que expresar la verdad es un compromiso del ser humano con la decencia,
y por ello, no debe aceptarse jamás ser amordazado por el miedo que produce la
mano amenazante, de alguno de esos fantasmas que generan los beneficiarios del
establecimiento.
El Periodista no debe
permitir que su lucha diaria por subsistir, sea posible a condición de sepultar
la ética en su ejercicio profesional, porque despojado de su razón de ser, es
un fraude convertido en instrumento de manipulación.
Y en ese soñar por la
transparencia, cuánta dignidad no le sería devuelta al Periodismo, si los
propietarios de los medios de comunicación rompieran la mordaza que algunos
aceptan por los dineros de la pauta o la conveniencia del gobernante.
No es fácil escribir y ser
leído, pero al hacerlo, el respeto por
uno mismo y los demás, no debe estar ausente en el contenido de los comentarios
formulados, pues ese es el camino para cultivar Vida y Libertad.
Han pasado diez (10) años
desde aquel infame holocausto que muchos quisieron hundir en el silencio, una
década que he disfrutado escribiendo sobre la cotidianidad de Tunja, gracias a
la generosidad de los lectores y sala de
redacción de El Diario, Boyacá 7 Días, Entérese, Renovación
Internacional y El Lunes. A todos ellos, mi respeto.
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