Obligados por un modelo
socioeconómico excluyente, un número cada día mayor de hombres y mujeres de
todas las edades, adoptan la calle como su espacio vital y de habitación;
generando su reagrupamiento social a través de los llamados Parches.
Nada de “gamines” o “desechables”,
son aunque no nos guste, vecinos que residen bajo un plástico o a la
intemperie, a los cuales la legislación colombiana les reconoce los mismos
derechos, que cada uno de nosotros reclamamos y algunas veces disfrutamos.
Y sin embargo, amparados en
el silencio complaciente de las autoridades civiles, judiciales, militares y de
policía, algunos “ciudadanos de bien”, disfrutan convirtiéndose en dioses, para
decidir dónde deben vivir y cuándo deben morir “esos limosneros y drogadictos”.
Somos una sociedad disfuncional,
que inmisericorde persigue a los habitantes de calle y exacerba la intolerancia
social, para justificar las palizas de la policía o la llegada de los “gatos”
que harán la limpieza social.
Se violenta la intimidad que
nace con los Parches y adquiere vida en los Cambuches, con el único fin de presentar
como gran noticia la miseria humana; mientras se oculta por conveniencia, la
negligencia de las administraciones municipales.
Los alcaldes tienen la obligación constitucional y legal de promover
una política de atención integral psicosocial, para la inclusión del habitante
de y en situación de calle, fundamentada
en la prevención, mitigación y superación de la indigencia.
¿Cuántos
problemas de seguridad se habrían evitado, sin irrespetar la dignidad del
habitante de Calle, si un Hogar de Paso o un Centro de Rehabilitación hiciera
parte del presupuesto municipal?
En la
búsqueda y consecución de ese propósito, deberíamos unirnos todos en cada una
de las ciudades de Boyacá, pues la inequidad social y sus efectos, jamás se
logrará solucionar tapando la nariz con un pañuelo.
No nos digamos ni aceptemos más
mentiras, no es el habitante de calle el que huele mal, en nuestra espalda
emulando a Manuel Pacho, cargamos una sociedad que se descompone, mientras nos
preocupamos por ocultar lo feo de nuestra ciudad.
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