En la segunda vuelta de la
elección presidencial, el tema de la paz lo han convertido en motivo de
adhesiones por terror, porque es el menos tóxico o porque de los dos males hay
que escoger el menor.
Y lo inaceptable, es motivo
de agresiones quien exprese que no va a votar o que piensa hacerlo en blanco;
el todo vale se impone, porque la intolerancia se asume con la creencia de
estar obrando en favor del bien común.
Sin embargo, para no
engañarnos ni engañar a nadie, lo cierto es que la desmovilización de todas las
guerrillas y de todos los grupos paramilitares, no son la paz, ni tiene como
consecuencia mecánica la paz.
La desmovilización de las
FARC y la refrendación de los acuerdos de La Habana, tienen en el Centro Democrático
y Partido Conservador un formidable obstáculo a superar, a juzgar por los
resultados de las dos últimas jornadas electorales.
Con ésta eventual dejación
de armas, solo habrán menos fusiles disparando y la posibilidad de abrir un
proceso para la reconciliación; pues la anhelada paz no se dejará ver, si la Unidad
Nacional y los gremios persisten en el modelo neoliberal.
Un sueño que no viviremos,
si la unidad programática de la Izquierda es aplazada; ya que sin pretensiones
sectarias, es el único actor político comprometido con la adopción de un modelo
económico afincado en la equidad social.
La terminación del conflicto
armado no depende solo del presidente Juan Manuel Santos, y menos aún, cuando
sus ministros y amigos de la Unidad Nacional, asumen una actitud displicente
frente a la protesta de los sectores sociales.
La paz de Oscar Iván Zuluaga,
jamás será posible por la intolerancia de quien pone los votos a esa
candidatura y la propuesta del presidente Santos, no traerá la paz que anhela
el pueblo colombiano.
Las elecciones del 15 de
Junio, servirán para escoger al candidato del uribismo que menos miedo
despierte, con la esperanza de no volver a sufrir las masacres paramilitares y
los falsos positivos auspiciados por el gobierno.
Estoy convencido que la invitación
realista y responsable, es la de llamar a los colombianos ¡A Parar la Guerra!, para que el llanto de
miles de familias desplazadas, no continúe ahogándose en los tugurios de
nuestras ciudades.
Una tarea que debe ir más
allá de las urnas, para asumir en la movilización social, el compromiso de brindarle
a Colombia la oportunidad de superar los vergonzosos niveles de inequidad y
corrupción, que la han sumido en la violencia.
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