Después del resultado
electoral del 2 de Octubre, ante la mirada indiferente de ese 64% de
colombianos que hace de todo menos opinar y decidir, los demás se han venido
declarando amigos insobornables de la paz y de las víctimas del conflicto
armado.
Es más, da la impresión de haberse
puesto de acuerdo para soslayar las inocultables contradicciones surgidas durante
los cuatro años de negociaciones en La Habana y las encontradas posturas
políticas con las que fueron recibidos sus Acuerdos.
Hoy, todos los actores
políticos y sus simpatizantes, concurren a la plaza pública a gritar viva la
paz, como si ésta fuera solo una consigna con la que buscamos hermanarnos, para
evitar el riesgo de ver erosionado el capital político acumulado.
Allí muchos dirigentes
eluden en nombre de la unidad, hacer referencia a esa paz de la que en privado controvertimos
y sobre la que han surgido métodos y propósitos distintos y en no pocos casos
opuestos.
La construcción de la paz es
una tarea política, en la que inevitablemente chocarán el uribismo con los
sectores democráticos y de izquierda, teniendo como telón de fondo, las miles
de hectáreas de tierra que fueron usurpadas y luego legitimadas.
El uribismo en nombre de la
competitividad y el crecimiento económico, se opondrá a que los desposeídos
regresen como propietarios a sus tierras, y a toda iniciativa de democratizar
la propiedad rural en Colombia.
Hay interés en frustrar los
vientos renovadores, que se avizoran con el ejercicio político de la dirigencia
insurgente, por ello, la derecha busca reaglutinarse izando la bandera de un
acuerdo nacional.
Nada se gana aplazando el
debate sobre la paz que deseamos y en cambio sí favorece a los sectores
económicos y políticos interesados en limitar o impedir la implementación de los
Acuerdos de La Habana.
Paz y democracia son motivos
inseparables y suficientes, para que asumamos con entereza su examen político
con los sectores de derecha, ya que lo contrario, es facilitarles la tarea de
escamotear la posibilidad histórica de construir una Colombia decente.
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