El presidente Trump, ha convertido la Organización de Estados Americanos,
en la habitación del servicio de la Casa Blanca, gracias a la complicidad de
Luis Almagro y el Grupo de Lima.
El fantasma del golpe de Estado a los gobiernos progresistas de América
Latina y el Caribe o la judicialización del gobernante que los presida; ha sido
la línea de conducta implementada por los Estados Unidos de América, para
retomar la hegemonía perdida en el hemisferio con el surgimiento de la
Revolución Bolivariana.
De ahí, que los gritos de fraude surgidos inmediatamente terminaron los
comicios electorales el pasado 20 de octubre en Bolivia, tenían como propósito
poner en marcha un golpe de estado, teniendo como principales protagonistas a
los llamados Comités Cívicos en cabezados por Carlos Mesa y Francisco Camacho.
La instrucción impartida de no aceptar ninguna propuesta de conciliación
con el gobierno o la dirigencia del MAS, procuraba la renuncia incondicional y
la detención de Evo Morales y Álvaro García; para lo cual, se pusieron en
marcha como instrumentos de presión, asonadas en las ciudades de Potosí, Sucre
y Cobija.
En la estrategia golpista, los blancos elegidos por Camacho para la
acción violenta son por su impacto sociopolítico, las sedes del Tribunal
Superior Electoral, funcionarios del gobierno del presidente Evo y la población
indígena.
La violencia desata contra las
comunidades indígenas, es particularmente extrema en El Alto y Cochabamba;
donde se registran todo tipo de agresiones sexuales, vejaciones y el incendio
de la casa del gobernador en Oruro.
El rápido y direccionado comunicado que emitió la Delegación de la OEA
sobre el resultado electoral y el rechazo al dialogo formulado por el
presidente Evo Morales, hacen que la violencia tome un curso extremo.
El cual es favorecido, cuando la policía y los medios de comunicación
deja de atender sus obligaciones y el ejército decide retirarle su apoyo al
presidente Evo; es entonces cuando las hordas vandálicas recorren los barrios
destruyendo objetivos previamente identificados.
Con el golpe de estado en marcha, apoyado por los Estados Unidos y
justificado con el silencio de la OEA, segar la vida del presidente boliviano
Evo Morales, era sin lugar a dudas el segundo objetivo de los golpistas, que
montaron como en los días de Pinochet, su centro de operaciones en la embajada
americana en La Paz.
Hoy, los Estados Unidos con la complicidad de la OEA y el Grupo de Lima,
tumban al presidente de Bolivia, persiguen por el mundo al ex presidente de Ecuador
y encarcelan al ex presidente de Brasil, por haber gobernado sin atender los
intereses de las multinacionales; mientras vergonzosamente promueven a un
“autoproclamado” como presidente de Venezuela.
Si Bolivia está a puertas hoy de una guerra civil, no es menos cierto,
que América Latina experimenta una grave crisis de identidad, que se refleja en
nuestros países, a través de la sumisa aceptación del rompimiento del estado de
derecho promovido desde afuera. ¡Es hora de la INDIGNACIÓN, a despertar carajo!
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