Los vecinos aseguran, que en el puente ubicado en la esquina de la calle 28A con carrera 7, los estudiantes de la sección Londoño del Colegio de Boyacá arriesgan la vida; y Tania Karina, alumna de séptimo en esa institución, piensa igual.
Tomar el puente en dicha esquina es todo un acto de “irresponsabilidad”, pues no existen barandas de seguridad y la escalera de acceso es prácticamente vertical, quien allí se accidente, rodará diez metros o caerá directamente a la avenida.
A ese puente le quitaron las mallas que se elevaban hasta los dos metros, y hoy sus parales los mueve el viento; quien lo cruce asume el riesgo de caer desde 4.50 mts de altura, pues la protección escasamente supera las rodillas.
Bueno sería ubicar allí alguno de los policías comunitarios que a diario acompañan en su deambular por la vuelta al perro, a los funcionarios que “protegen” el espacio público en la Plaza de Bolívar.
Quizá su presencia permitiría el flujo ordenado de los estudiantes a través del puente, cuyos 2.30 mts de ancho en las actúales condiciones, no garantizan su paso sin que alguien pueda sufrir un accidente.
Podría suceder, que al notar su presencia, los dueños de lo ajeno que merodean el lugar, abandonen la pretensión de despojar de sus morrales, relojes y celulares a los niños, niñas y adolecentes que van clase o a los vecinos del lugar.
El semáforo y la malla en el separador ayudan, pero no sería mala idea, instalar reducidores de velocidad sobre la vía o unas señales indicando el máximo de velocidad y la presencia masiva de estudiantes.
No resultaría superfluo la instalación de un par de reflectores, la inseguridad allí es cosa sería y como no le presten atención a ese puente, un día la negligencia gubernamental romperá nuevamente la tranquilidad de un hogar tunjano.
Dejo estas reflexiones a mis paisanos, quizá lleguen a oídos de alguna autoridad receptiva y algo se pueda hacer sin tener que acudir a derechos de petición o tutelas, porque entonces la frustración llegaría más rápido.
Tomar el puente en dicha esquina es todo un acto de “irresponsabilidad”, pues no existen barandas de seguridad y la escalera de acceso es prácticamente vertical, quien allí se accidente, rodará diez metros o caerá directamente a la avenida.
A ese puente le quitaron las mallas que se elevaban hasta los dos metros, y hoy sus parales los mueve el viento; quien lo cruce asume el riesgo de caer desde 4.50 mts de altura, pues la protección escasamente supera las rodillas.
Bueno sería ubicar allí alguno de los policías comunitarios que a diario acompañan en su deambular por la vuelta al perro, a los funcionarios que “protegen” el espacio público en la Plaza de Bolívar.
Quizá su presencia permitiría el flujo ordenado de los estudiantes a través del puente, cuyos 2.30 mts de ancho en las actúales condiciones, no garantizan su paso sin que alguien pueda sufrir un accidente.
Podría suceder, que al notar su presencia, los dueños de lo ajeno que merodean el lugar, abandonen la pretensión de despojar de sus morrales, relojes y celulares a los niños, niñas y adolecentes que van clase o a los vecinos del lugar.
El semáforo y la malla en el separador ayudan, pero no sería mala idea, instalar reducidores de velocidad sobre la vía o unas señales indicando el máximo de velocidad y la presencia masiva de estudiantes.
No resultaría superfluo la instalación de un par de reflectores, la inseguridad allí es cosa sería y como no le presten atención a ese puente, un día la negligencia gubernamental romperá nuevamente la tranquilidad de un hogar tunjano.
Dejo estas reflexiones a mis paisanos, quizá lleguen a oídos de alguna autoridad receptiva y algo se pueda hacer sin tener que acudir a derechos de petición o tutelas, porque entonces la frustración llegaría más rápido.
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