Tierra de paz y gente buena, por sus veredas pasearon orgullosos los Chicas y después de ellos los Chibchas, y ahora, nos ha correspondido por generosidad del tiempo, convivir en su heredad.
“...usted podrá mandar sobre mi cuerpo, pero en mi voluntad mando yo...” es la sentencia libertaria que lanzó Quemuenchatocha, ante el inocultable poder del conquistador, que inmisericorde avasallaba la milenaria Hunza.
Arrasado el cercado de Quiminza (hoy Parque Pinzón), la espada de Gonzalo Suárez Rendón, por el poder que le dio la sangre de nuestros antepasados; rebautizó la tierra de los adoradores del sol, la luna y el demonio con el nombre de Tunja.
Convertida en cuna y residencia de aristócratas, poetas, pintores y religiosos de espíritu medieval, la muy noble y leal ciudad, la otrora llamada cuna y taller de la libertad, ha dejado en sus recuerdos los prósperos días coloniales.
Tunja, ha visto enseñorearse en su presente, la ineptitud de sus gobernantes y la mirada famélica de su pueblo; tras la ventana de ciudad en crisis, se asoma oronda la mácula despiadada de la pobreza, la inseguridad y el desempleo.
Nuestras calles, testigos silenciados por los huecos, contemplan a diario los niños que trabajan, jóvenes profesionales sin empleo, padres de familia dedicados al rebusque, negocios que cierran; y en medio de ésta realidad que atormenta, los discursos para el olvido que hablan de obras mega-imaginarias.
Tunja, ciudad engañada por la politiquería y saqueada por la corrupción, hoy contempla silenciosa como mueren lentamente en su regazo el futuro de su juventud, su arquitectura y la historia que albergaban sus parques.
La desidia ha convertido los Cojines del Zaque en una “olla”, dejo caer el muro del Panóptico (Colboy sede San Agustín), nos ha privado del Pozo de Hunzahúa y sepultó el monumento al primer trigo que brotó en América, bajo el cielo de la Fuente de Aguayo (hoy Barrio Gaitán).
Tunja, la más blasonada del Nuevo Reino de Granada, terruño de nuestros antepasados y cobijo de nuestros hijos, es hora de asumir la colosal tarea de superar la desolación y el abandono, ¡471 años son suficientes!
“...usted podrá mandar sobre mi cuerpo, pero en mi voluntad mando yo...” es la sentencia libertaria que lanzó Quemuenchatocha, ante el inocultable poder del conquistador, que inmisericorde avasallaba la milenaria Hunza.
Arrasado el cercado de Quiminza (hoy Parque Pinzón), la espada de Gonzalo Suárez Rendón, por el poder que le dio la sangre de nuestros antepasados; rebautizó la tierra de los adoradores del sol, la luna y el demonio con el nombre de Tunja.
Convertida en cuna y residencia de aristócratas, poetas, pintores y religiosos de espíritu medieval, la muy noble y leal ciudad, la otrora llamada cuna y taller de la libertad, ha dejado en sus recuerdos los prósperos días coloniales.
Tunja, ha visto enseñorearse en su presente, la ineptitud de sus gobernantes y la mirada famélica de su pueblo; tras la ventana de ciudad en crisis, se asoma oronda la mácula despiadada de la pobreza, la inseguridad y el desempleo.
Nuestras calles, testigos silenciados por los huecos, contemplan a diario los niños que trabajan, jóvenes profesionales sin empleo, padres de familia dedicados al rebusque, negocios que cierran; y en medio de ésta realidad que atormenta, los discursos para el olvido que hablan de obras mega-imaginarias.
Tunja, ciudad engañada por la politiquería y saqueada por la corrupción, hoy contempla silenciosa como mueren lentamente en su regazo el futuro de su juventud, su arquitectura y la historia que albergaban sus parques.
La desidia ha convertido los Cojines del Zaque en una “olla”, dejo caer el muro del Panóptico (Colboy sede San Agustín), nos ha privado del Pozo de Hunzahúa y sepultó el monumento al primer trigo que brotó en América, bajo el cielo de la Fuente de Aguayo (hoy Barrio Gaitán).
Tunja, la más blasonada del Nuevo Reino de Granada, terruño de nuestros antepasados y cobijo de nuestros hijos, es hora de asumir la colosal tarea de superar la desolación y el abandono, ¡471 años son suficientes!
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