martes, 30 de julio de 2013

HABITANTES DE CALLE

Obligados por un modelo socioeconómico excluyente, un número cada día mayor de hombres y mujeres de todas las edades, adoptan la calle como su espacio vital y de habitación; generando su reagrupamiento social a través de los llamados Parches.

Nada de “gamines” o “desechables”, son  aunque no nos guste,  vecinos que residen bajo un plástico o a la intemperie, a los cuales la legislación colombiana les reconoce los mismos derechos, que cada uno de nosotros reclamamos y algunas veces disfrutamos.

Y sin embargo, amparados en el silencio complaciente de las autoridades civiles, judiciales, militares y de policía, algunos “ciudadanos de bien”, disfrutan convirtiéndose en dioses, para decidir dónde deben vivir y cuándo deben morir “esos limosneros y drogadictos”. 

Somos una sociedad disfuncional, que inmisericorde persigue a los habitantes de calle y exacerba la intolerancia social, para justificar las palizas de la policía o la llegada de los “gatos” que harán la limpieza social.

Se violenta la intimidad que nace con los Parches y adquiere vida en los Cambuches, con el único fin de presentar como gran noticia la miseria humana; mientras se oculta por conveniencia, la negligencia de las administraciones municipales.

Los alcaldes tienen la obligación constitucional y legal de promover una política de atención integral psicosocial, para la inclusión del habitante de  y en situación de calle, fundamentada en la prevención, mitigación y superación de la indigencia. 

¿Cuántos problemas de seguridad se habrían evitado, sin irrespetar la dignidad del habitante de Calle, si un Hogar de Paso o un Centro de Rehabilitación hiciera parte del presupuesto municipal?

En la búsqueda y consecución de ese propósito, deberíamos unirnos todos en cada una de las ciudades de Boyacá, pues la inequidad social y sus efectos, jamás se logrará solucionar tapando la nariz con un pañuelo.


No nos digamos ni aceptemos más mentiras, no es el habitante de calle el que huele mal, en nuestra espalda emulando a Manuel Pacho, cargamos una sociedad que se descompone, mientras nos preocupamos por ocultar lo feo de nuestra ciudad.

domingo, 7 de julio de 2013

10 AÑOS ESCRIBIENDO, PARA SER LEÍDO

En Tunja, durante el periodo octubre de 2002 a marzo de 2003, se llevó a cabo una campaña de limpieza social, que dejo cuarenta y un (41) habitantes de la calle asesinados según el censo de los parches o seis (6) en las estadísticas de nuestras autoridades municipales.

Lo cierto es que el 27 de marzo de 2003, fue encontrado muerto en la salida para Paipa un hombre bueno y servicial, Raúl Sandoval Escobar. Lo curioso es que para los registros oficiales, ese hallazgo se presentó en la Vereda Piedra Gorda de Sora.

La indignación que me produjo su asesinato, dejo como resultado El Holocausto, un escrito que lleve a los medios para su publicación, pero que solo en Puente Boyacense, y gracias al apoyo del periodista Freddy González y el Padre Julio Garavito, fue posible su difusión.

La vida podrá ser mil veces asesinada, pero la libertad jamás. Y es ahí donde la labor del Periodista adquiere toda su trascendencia social, siempre y cuando ella sea escrita bajo el prisma de la ética, ya que no existe otra forma de transmitir la verdad.

Con el asesinato de Raúl, descubrí que expresar la verdad es un compromiso del ser humano con la decencia, y por ello, no debe aceptarse jamás ser amordazado por el miedo que produce la mano amenazante, de alguno de esos fantasmas que generan los beneficiarios del establecimiento.

El Periodista no debe permitir que su lucha diaria por subsistir, sea posible a condición de sepultar la ética en su ejercicio profesional, porque despojado de su razón de ser, es un fraude convertido en instrumento de manipulación.

Y en ese soñar por la transparencia, cuánta dignidad no le sería devuelta al Periodismo, si los propietarios de los medios de comunicación rompieran la mordaza que algunos aceptan por los dineros de la pauta o la conveniencia del gobernante.

No es fácil escribir y ser leído, pero al hacerlo,  el respeto por uno mismo y los demás, no debe estar ausente en el contenido de los comentarios formulados, pues ese es el camino para cultivar Vida y Libertad.

Han pasado diez (10) años desde aquel infame holocausto que muchos quisieron hundir en el silencio, una década que he disfrutado escribiendo sobre la cotidianidad de Tunja, gracias a la generosidad de los lectores y sala de  redacción de El Diario, Boyacá 7 Días, Entérese, Renovación Internacional y El Lunes. A todos ellos, mi respeto.

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