sábado, 28 de agosto de 2010

DERECHOS H y N

A cada rato nuestros gobernantes, sus funcionarios y jerarcas religiosos reiteran acerca de la obligación constitucional que tiene el Estado y la Sociedad de respetar los Derechos Humanos y brindar efectiva protección a los niños.

Unos y otros en sus convocatorias, urgen al ciudadano del común, para que denuncie oportunamente cualquier indicio de violación a los Derechos del Niño ó trasgresión a los Derechos Humanos.

Sin embargo, históricamente los gobiernos son los mayores transgresores de estos Derechos; y quizá por ello, sus funcionarios suelen posar de ciegos y sordomudos y las quejas ciudadanas se archivan o traspapelan.

¿Por qué ese dignatario amparado en la fe que profesa o en el cargo que ocupa ordena ocultar los hechos, pedir que se minimice su gravedad o demandar en nombre de la misericordia una segunda oportunidad?

Acaso ¿tienen segundas oportunidades los traumas psicológicos o siquiátricos que deja en la víctima y su familia, el maltrato, abuso, violación, tortura, secuestro, desaparición forzada o ejecución extrajudicial?

Si las autoridades no investigan y sancionan a los responsables, de nada sirven las cátedras de Derechos Humanos, nada se logra recitando los Derechos de los Niños, de nada sirven las denuncias en los medios de comunicación.

Informar, es una labor no exenta de presiones y amenazas, que debe proseguir y nos debe unir; porque las quejas de nuestros coterráneos se están ignorando y los violadores de sus derechos se pavonean en la impunidad.

No hay otra forma de devolverle a esta sociedad la decencia que le fue arrebatada, no hay otra forma de exigir que la ética esté presente en las relaciones sociales, no hay otra forma de lograr que la justicia nos señale el camino de la paz.

"...Que ha de ser de la vida,
si el que canta
no levanta su voz en las tribunas
por el que sufre…"

sábado, 21 de agosto de 2010

S.O.S. NIÑOS y NIÑAS

Desde hace quince días, merodea en el Barrio Jorge Eliecer Gaitán de Tunja, un “personaje” que acosa a los niños y niñas que desde las 6:00 a.m. ocupan las calles camino de sus establecimientos educativos.

Por espacio aproximado de dos horas, deambula entre las calles 29 y 33 con carreras 11 y 16, y ha intentando en por lo menos dos ocasiones, conducir a lotes solitarios a dos menores de edad, fracasando en sus “intenciones”, gracias a los gritos angustiosos del menor ó la intervención de algún transeúnte.

Informado uno de los agentes de policía apostados frente a la fuente del Maldonado y Colegio La Presentación, señaló que no pueden intervenir a pesar de la gravedad de la queja, porque tienen la misión de asegurar el buen uso del puente peatonal allí construido.

La recomendación fue llamar al 156, para que los operadores de radio envíen una patrulla o una moto que inspeccione la zona, porque el “sospechoso” no puede ser detenido. Pero nadie llegó.

¡Qué orfandad tan agobiante! hay que esperar a que ocurra una tragedia, que un niño ó niña sea agredido, que algún padre de familia formule una demanda y se ordene la captura.

O que la casualidad resulte “favorable” y se produzca una detención en flagrancia, pero hay que esperar a que ocurra la comisión del delito, mientras tanto, nuestras autoridades de policía aguardan para entrar en acción.

En la Oficina de Policía Comunitaria, se presentó la información de lo que está ocurriendo, se hizo la descripción del “personaje” que se da el lujo de atemorizar a los menores. Y nada, hay que esperar.

Si bien el Estado está obligado a favorecer prioritariamente los intereses de los niños y niñas, aquí hay que esperar a que la tragedia ocurra y rezar para que el agresor no logre evadirse.

Los padres de familia en los barrios Belalcazar, Esperanza, Gaitán, La Fuente y Trigales no pueden bajar la guardia, deben continuar acompañado a sus hijos hasta la entrada de los Colegios, ...para que no ocurra una tragedia.

sábado, 14 de agosto de 2010

TUNJA

Tierra de paz y gente buena, por sus veredas pasearon orgullosos los Chicas y después de ellos los Chibchas, y ahora, nos ha correspondido por generosidad del tiempo, convivir en su heredad.

“...usted podrá mandar sobre mi cuerpo, pero en mi voluntad mando yo...” es la sentencia libertaria que lanzó Quemuenchatocha, ante el inocultable poder del conquistador, que inmisericorde avasallaba la milenaria Hunza.

Arrasado el cercado de Quiminza (hoy Parque Pinzón), la espada de Gonzalo Suárez Rendón, por el poder que le dio la sangre de nuestros antepasados; rebautizó la tierra de los adoradores del sol, la luna y el demonio con el nombre de Tunja.

Convertida en cuna y residencia de aristócratas, poetas, pintores y religiosos de espíritu medieval, la muy noble y leal ciudad, la otrora llamada cuna y taller de la libertad, ha dejado en sus recuerdos los prósperos días coloniales.

Tunja, ha visto enseñorearse en su presente, la ineptitud de sus gobernantes y la mirada famélica de su pueblo; tras la ventana de ciudad en crisis, se asoma oronda la mácula despiadada de la pobreza, la inseguridad y el desempleo.

Nuestras calles, testigos silenciados por los huecos, contemplan a diario los niños que trabajan, jóvenes profesionales sin empleo, padres de familia dedicados al rebusque, negocios que cierran; y en medio de ésta realidad que atormenta, los discursos para el olvido que hablan de obras mega-imaginarias.

Tunja, ciudad engañada por la politiquería y saqueada por la corrupción, hoy contempla silenciosa como mueren lentamente en su regazo el futuro de su juventud, su arquitectura y la historia que albergaban sus parques.

La desidia ha convertido los Cojines del Zaque en una “olla”, dejo caer el muro del Panóptico (Colboy sede San Agustín), nos ha privado del Pozo de Hunzahúa y sepultó el monumento al primer trigo que brotó en América, bajo el cielo de la Fuente de Aguayo (hoy Barrio Gaitán).

Tunja, la más blasonada del Nuevo Reino de Granada, terruño de nuestros antepasados y cobijo de nuestros hijos, es hora de asumir la colosal tarea de superar la desolación y el abandono, ¡471 años son suficientes!

sábado, 7 de agosto de 2010

ESE PUENTE

Los vecinos aseguran, que en el puente ubicado en la esquina de la calle 28A con carrera 7, los estudiantes de la sección Londoño del Colegio de Boyacá arriesgan la vida; y Tania Karina, alumna de séptimo en esa institución, piensa igual.

Tomar el puente en dicha esquina es todo un acto de “irresponsabilidad”, pues no existen barandas de seguridad y la escalera de acceso es prácticamente vertical, quien allí se accidente, rodará diez metros o caerá directamente a la avenida.

A ese puente le quitaron las mallas que se elevaban hasta los dos metros, y hoy sus parales los mueve el viento; quien lo cruce asume el riesgo de caer desde 4.50 mts de altura, pues la protección escasamente supera las rodillas.

Bueno sería ubicar allí alguno de los policías comunitarios que a diario acompañan en su deambular por la vuelta al perro, a los funcionarios que “protegen” el espacio público en la Plaza de Bolívar.

Quizá su presencia permitiría el flujo ordenado de los estudiantes a través del puente, cuyos 2.30 mts de ancho en las actúales condiciones, no garantizan su paso sin que alguien pueda sufrir un accidente.

Podría suceder, que al notar su presencia, los dueños de lo ajeno que merodean el lugar, abandonen la pretensión de despojar de sus morrales, relojes y celulares a los niños, niñas y adolecentes que van clase o a los vecinos del lugar.

El semáforo y la malla en el separador ayudan, pero no sería mala idea, instalar reducidores de velocidad sobre la vía o unas señales indicando el máximo de velocidad y la presencia masiva de estudiantes.

No resultaría superfluo la instalación de un par de reflectores, la inseguridad allí es cosa sería y como no le presten atención a ese puente, un día la negligencia gubernamental romperá nuevamente la tranquilidad de un hogar tunjano.

Dejo estas reflexiones a mis paisanos, quizá lleguen a oídos de alguna autoridad receptiva y algo se pueda hacer sin tener que acudir a derechos de petición o tutelas, porque entonces la frustración llegaría más rápido.

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿EN TUNJA, SOMOS ASÍ?

“Cúcuta” es el nombre con el que aquí se conoce, a un joven afro descendiente oriundo de esa villa, que dedica la noche y la madrugada a cuidar carros de jueves a sábado en los bares de San Pacho o la universidad.

En días pasados, estando en la plazoleta de San Francisco, recibió un varillazo en la cabeza que le causó una herida de veinticinco centímetros de longitud, y en el suelo, su agresor le propinó el remate, fracturándole el hueso cúbito del brazo izquierdo.

Los agentes de policía no realizaron la detención del agresor, le exigieron la cedula de ciudadanía y en un pedazo de papel escribieron el número, el cual le entregaron al agredido para que pusiera al otro día una demanda.

Tampoco solicitaron la ambulancia de los bomberos o la presencia de una radio patrulla para auxiliar a “Cúcuta” que se encontraba gravemente herido, pero a cambio, le ordenaron “abrirse” de inmediato.

A pesar de sangrar copiosamente, ninguno de los “ciudadanos” que se encontraban de rumba y pochola lo auxilio, caminando emprendió la búsqueda del Hospital San Rafael, donde permaneció recluido cinco días.

¿Qué hubiera ocurrido, si “Cúcuta" fallece tres o cinco cuadras más abajo? Nada, permítanme que con absoluta franqueza lo asegure, no hubiera pasado nada, y es más, nadie hubiera dicho nada.

Silencio absoluto y otro N.N. hubiera ido a parar al Cementerio Central, cualquier versión hubiera sido suficiente, para justificar su “aparición” en las calles de la hidalga y culta ciudad de Tunja.

Dicen que “El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta.” ¿Será cierto?, pero… ¿Cómo hacemos para saber que las autoridades lo saben?

¿En qué momento la constitución y la ley son aplicables? Esa es nuestra realidad cuando se trata de coterráneos pobres o en estado de indigencia y esa es la “solidaridad” que prodigamos, que le vamos a hacer, a lo mejor somos así.