sábado, 17 de junio de 2023

A DON CARLOS CASTRO GUERRERO, MI PADRE

 



Padre, durante sesenta y cinco años, disfrute siempre y sin remilgos la alegría de ser depositario de tu orgullo, de encarnar sin reservas tu confianza y el privilegio de que en no pocas ocasiones, mi opinión solicitara.

Aún recuerdo esos días de primaria, tomado de tu mano camino del Colegio Santa Cecilia en el Parque Pinzón de Tunja, con mi maleta ABC terciada sobre los hombros, luciendo zapatos de charol y guantes blancos.

Cómo olvidar mi primera rasca y tu primer regaño, por volarme a echar Bavaria al finalizar la jornada de clases en la Concentración Escolar Kennedy, amparado en la excusa de ir a la Biblioteca Departamental a desarrollar una tarea.

Ya en las aulas del Colegio Miguel Jiménez López, tu comprensión no se hizo esperar, cuando por mi espíritu contestatario, comencé a participar en círculos de izquierda, marchas estudiantiles y batallas a piedra con la policía.

Esos años de influencia hippie, de twist y rock and roll aun los disfruto a rabiar; recordando que gracias a tu apoyo, lleve cabello largo, camisa de colorines, collar, zapatos de plataforma y jean bota campana.

En el álbum de los recuerdos, un sitio muy especial estará reservado para las rumbas y serenatas familiares en nuestra casa del Gaitán; disfrutando la música de Antonio Aguilar que acompañó siempre tus noches de bohemia o del bello folclor caribe del Cacique Diomedes Díaz.

Gracias siempre, por haberme permitido arrullar tu tristeza y retirar con mi mano, esas lagrimas que con frecuencia surcaron tus mejillas durante las sesiones de diálisis; cuando resignado contemplabas las consecuencias de ese infarto que se pudo evitar si me hubieran escuchado, pero que un par de meses después, te alcanzó en el Hospital San José de Bogotá.

Sabes, siempre agradecí con el alma esa alegría que experimentabas y que hoy revivo en nuestras fotos; cuando Tania Karina asumía la responsabilidad en las sesiones de tu tratamiento renal, porque siempre había un resultado que vestía de optimismo nuestra casa.

Jamás olvidare, aunque resulte doloroso, el porqué de ese 03 de febrero de 2021 y por los años que me queden, aguardaré todos los días tu regreso en cada madrugada, porque nuestra cita será siempre a las tres de la mañana, mientras los demás duermen y quizás mi madre reza.

Padre, llevo conmigo la elocuencia de tu mirada y el poder de tu silencio, gracias a ellos, siempre supe lo que tus labios callaban cuando los días se tornaban grises.

 

Padre.

No puedo correr para abrazarte

y decirte cuánto te quiero.

 No puedo demostrarte lo que siento,

solo susurrarlo

para que te lo lleve el viento.

 

Y sin embargo,

me consuela escribirte

en cada madrugada

bajo la luz del cielo.

 

PADRE,

 hasta nuestro reencuentro

FELIZ DÍA