lunes, 29 de octubre de 2012

HAROLD


Conocí a Harold hace algo más de dos décadas, era un caleño que por ser muy servicial se ganó la confianza de muchos comerciantes tunjanos, de ahí que se le viera siempre haciendo algún mandado y no pidiendo monedas para comprarse “…el ya tu sabes…”.

Con cuatro semestres de Administración de Empresas en la UPTC y doce años de experiencia en el área contable laborados en la Industria Licorera de Boyacá, no le resulto fácil conseguir un nuevo empleo, y en la calle con el bazuco se quedo.

Era el único hijo de doña Alba, con quien tuve el placer de dialogar telefónicamente con alguna frecuencia, ella impotente por la suerte de su hijo, jamás olvido solicitarme al despedirse, que le cuidara a su muchacho.

Harold era visitante asiduo de mi oficina. Saludaba desde la puerta y como un ritual que religiosamente repetía, pedía permiso para entrar al baño, lavaba su rostro somnoliento y se peinaba.

En la salita de espera, descargaba su morral y de inmediato nos comentaba de sus jornadas de rebusque en la terminal de buses, del restaurante o del puesto de tinto donde ayudaba para ganarse al menos la comida.

Cuando hablaba de sus hijos, la nostalgia siempre lo apabullo. Sentía algo de culpabilidad al aceptar  resignado que  “…se crecieron y no les pude brinda ningún apoyo…”.

Una verdad que las veces que afrontó, busco siempre mitigar repitiéndose en voz alta “…bueno, no todos son tristezas, por lo menos mi cuchita linda me está esperando…”, y se marchaba.

Hacia algo más de dos meses no nos visitaba, lo cual nos causó preocupación y comenzamos a indagar por su paradero. Nada pasaba, continuaba metido en la Terminal, decían que “…el negro esta cada día más flaco, pero bien…”

Todo cambió el pasado viernes 28 de Septiembre,  Jaime preguntó si Harold había pasado por la Oficina, le respondí que no había vuelto y él preciso que ya no volvería.

Harold Piedrahita Perdomo había muerto, su ex esposa y sus dos hijos, habían venido de Sogamoso para sepultarlo en el Cementerio Central de Tunja, quedando entre amigos y conocidos, toda suerte de rumores sobre su partida.

 “… que a Harold antes de irse a “dormir” le regalaron un pedazo de pollo…”

“… que durante esa noche del pasado sábado 22 de Septiembre, Harold sufrió horrendos dolores de estómago…”  y  “… que botó sangre por la boca...”

“… que fue encontrado muerto sentado en una silla, en la madrugada del domingo…”

“… que el pollo que le regalaron estaba picho y se intoxicó…”  o  “…que a lo mejor el pollo estaba envenenado…”

En momentos como éste, se dicen muchas cosas, por fortuna los doctores José Antonio Tirado, Luis Carlos Gómez y Rafael Antonio Parra saben de la transcendencia que tiene la rigurosa valoración de los rumores.


De la mano de Doña Alba,
mira flores viejo Harold
y ahí parlamos buen amigo
aunque  no te importen los rumores.

1 comentario:

  1. Hola,
    Me gustaria contactarme contigo, me regalas un email o un numero donde te pueda escribir o llamar!!!
    Gracias, quedo a la espera....
    Carolina,

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